domingo, 4 de febrero de 2007

La izquierda o el engaño universal

Lo decía Abraham Lincol: “Es posible engañar a todos un tiempo, o a unos pocos siempre, pero no es posible engañar a todos y siempre”. Con esta certera sentencia, quien fuera Presidente de los Estados Unidos de América, daba a entender que quien pretendiera con la mentira, el embuste o la manipulación de la verdad hacer creer lo incierto, podría conquistar eventualmente la razón de muchos, o permanentemente el juicio de algunos, pero nunca secuestrar y apropiarse, por siempre, de la inteligencia de todos y cada uno de los ciudadanos en una sociedad libre. Pues bien, iniciada ya la precampaña electoral, la izquierda pitiüsa en todo su conjunto, esto es, el progresismo más drástico unido al socialismo más sectario, han decidido abiertamente desafiar las verdades del célebre político y, contaminando la realidad como sólo ellos saben, procuran seducir la inteligencia de todos los ibicencos, y además pretenden hacerlo siempre. Y seguramente sea algo causal, pero no deja de ser casual que en pleno periodo electoral, la izquierda recurra con especial frecuencia al mismo método de siempre, el engaño universal. La técnica es bien sencilla y consiste en lo siguiente: en primer lugar, localizar una temática que se preste a la manipulación política; en segundo lugar, aderezarla con suficientes sospechas de irregularidad como para procurar desplazar a la verdad con suficientes garantías; y por último, mercadear con el canal de comunicación adecuado que posibilite la difusión de una buena engañifa.

Durante los últimos días han sido reiteradas las tretas urdidas por la progresía ibicenca. Hemos tenido de todo y para todos los gustos. El Pacte organiza ruedas de prensa para calificar de irregular un expediente de contratación sin tan sólo haber solicitado el propio expediente; denuncian favoritismos sin tan siquiera aportar el mínimo indicio que sostenga la acusación; en un alarde de hipocresía sin mesura, procesan políticamente al Presidente del Consell y candidato del PP por la auto-contratación de vehículos de alquiler sin lograr demostrar con suficiencia la relación jurídica del uno con el otro; y la última de las ocurrencias, denuncian públicamente a la adjudicataria de las obras del asfaltado de un camino rural por acopio irregular de material en suelo rústico, cuando precisamente ese material depositado, no es para otro cometido más que para ser empleado en la ejecución de la misma obra. La fotografía publicada días atrás, en este mismo medio de comunicación, evidencia la perversidad de la denuncia.

Y visto lo visto, resulta del todo inevitable poner en cuestión el motivo por el cual no pone la izquierda en manos de los tribunales las denuncias que constantemente publicita. La respuesta en bien sencilla. Por un lado, porque nadie recurre a los tribunales cuando se tiene la perfecta certeza de que no serán estimadas sus pretensiones. Y por otro lado, porque el rédito electoral que se persigue con la siembra de la sospecha, resulta altamente productivo de cara a satisfacer sus intereses políticos más inmediatos. Ciertamente, impulsar la acción de la justicia en estos asuntos coarta las posibilidades de prolongar en el tiempo su discurso más propagandístico y pancartero, centrado en difundir presuntas e hipotéticas sombras de corruptelas que ni la propia fiscalía se toma en serio. Para esta izquierda tan imaginativa, buscar el amparo de la justicia no es rentable, la denuncia no es compatible con mantener titulares y portadas de periódico con los escándalos más inverosímiles perpetrados por la derecha más criminal, pues el escándalo se arruinaría en una sola tirada editorial, aquella que recogiera la rueda de prensa en que se anunciase la interposición de la correspondiente denuncia, y este cuento se ha acabado. Así pues, la verdadera tajada está en renunciar al amparo que ofrecen los tribunales para conseguir mantener latente en los medios de comunicación y, por extensión, en la opinión pública, la presunción de un ligero indicio, que remotamente haga pensar, que pudiera ser cierta la hipótesis, de que el Partido Popular ha incurrido en una determinada irregularidad administrativa.

En cualquier caso, y pesar de que la izquierda no lo aprecie, la sociedad pitiüsa es ya madura, libre, inteligente, y capaz de distinguir, con sumo acierto, la política desarrollada desde la responsabilidad y el sentido común, de aquellas maniobras propagandísticas instaladas en el oportunismo electoral más descarado. Ya lo decía Abraham Lincol “Es posible engañar a todos un tiempo, o a unos pocos siempre, pero no es posible engañar a todos y siempre”.

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